Según la historia y los registros, el Molino de Sabandía es
un conjunto arquitectónico cuyo propietario, el español, don García de Vargas
Machuca, encargó su construcción al "maestro de arquitectura y
cantería" Francisco Flores el 27 de agosto de 1621. Construido en su
totalidad con piedra de sillar y levantado en medio de la hermosa y verde
campiña cerca de un riachuelo, en el distrito de Sabandía, el famoso molino
sigue de pie y se ha convertido en uno de los más frecuentados atractivos turísticos
de la ciudad de Arequipa.
Siglos atrás la vida del molino era muy activa, los arrieros
con recuas de burros llegaban cargados con sacos de maíz, cebada, y trigo, con
el propósito de convertir los granos en harina. En el molino, la producción era
constante, el trabajo en la estructura colonial tardaba ocho horas diarias para
moler 850 kilos de granos.
A orillas del río Sabandía; se levanta la bella y antigua
construcción, rodeada de frondosos árboles de molle y sauces con sus ramas al
viento, en medio de un paisaje natural que parece una pintura, y con una vista privilegiada
de tres volcanes, el Misti, el Chachani y el Pichu Pichu.
El
viejo molino de Sabandía se encuentra aproximadamente a veinte minutos de viaje
desde la Plaza de Armas de Arequipa y se puede llegar hasta allí en taxi.
Varias empresas turísticas lo ofrecen como parte de un tour por la ciudad. Es
aconsejable conocer el lugar por medio propios, para no tener limitaciones de
tiempo y poder disfrutar de todas las actividades que se ofrecen.
Restaurado en la década de los años 70 por el arquitecto Luís Felipe Calle, el Molino de Sabandía ocupa tres hectáreas de terreno, donde se han implementado salas de recepción, restaurante, bar y piscinas. Un recorrido en caballo por la verde campiña, permite al visitante sentirse en total libertad.
En
la zona de Pusharo, muy cerca del río Palotoa (región Madre de
Dios) se encuentra un muro de roca grabado con extraños petroglifos,
hechos al parecer por una cultura desparecida hace cientos de años.
La primera vez que se tuvo noticias del muro de Pusharo fue en 1909,
según cuentan los nativos del lugar, un cauchero que realizaba una
"correría de indios" (“Los machiguengas”, Cenitagoya,
1943:138-140) para esclavizarlos en la extracción del caucho,
encontró los grabados pero, no le dio mayor importancia.
Años
después, los exploradores que llegaron al lugar atraídos por la
curiosidad, afirmarían que los misteriosos petroglífos en el muro
de roca, estarían relacionados con la ubicación de la legendaria
ciudad inca del Paitíti. Muchos aventureros, buscadores de tesoros y
seguidores de la corriente esotérica y mística, están convencidos
que los petroglifos son una pista que les permitiría encontrar la
ciudad perdida del amazonas y sus tesoros.
El
descubrimiento Los
primeros datos acerca de los petroglífos de Pusharo, al parecer
fueron proporcionados por un cauchero, quien los describió como
letras góticas grabadas en la roca. Doce años más tarde, el 14 de
agosto del 1921, el misionero dominico Vicente de Cenitagoya,
acompañado por dos frailes y tres guías machiguengas, viajarían
por la espesura de la selva desde la misión dominica ubicada en la
boca del río Manu (región Madre de Dios) hasta la zona de Pusharo.
El fraile Vicente Cenitagoya, notó la real importancia del hallazgo
y sería él quien hizo las primeras copias de los dibujos grabados
en el muro y dio la ubicación exacta del lugar. Extraños
relatos nativos Los
petroglifos están grabados en tres paredes separadas por unos metros
de vegetación. Los indígenas adultos afirman que cuando ellos
visitaban los petroglífos con sus padres, veían dibujos que ahora
están, inundados por el río. Afirman que “ahí por la noche se
escuchan voces”. Otro testimonio de los machiguengas es que “al
otro lado de los dibujos hay ruidos y gritos, nos da miedo”.
Existe
un sorprendente relato, el cual se transmite desde hace décadas y de
forma oral entre los nativos, donde se afirma que, “una mano
emergió del muro de Pusharo y jaló a un machiguenga hacia adentro,
sin que sus amigos pudieran evitarlo. Asustados escucharon los gritos
del nativo dentro de la roca, hasta desaparecer ”. El perturbador
relato nos hace reflexionar y preguntarnos, ¿Será el muro de
Pusharo una puerta dimensional?
Las
teorías ¿Qué
cultura realizó está obra y cuál es su significado? El
explorador que más veces ha visitado los petroglifos de Pusharo fue
Gregory Deyermenjian, para él, los dibujos representarían las
visiones de los chamánes amazónicos de la antigüedad, por tanto el
significado de los petroglifos es solo místico-religioso.
Gregory Deyermenjian en Pusharo.
Para
el sacerdote Juan Carlos Polentini, los tallados en la roca no tienen
nada que ver con la ubicación de la ciudad Paititi. El padre
Polentini recopiló en la selva de Madre de Dios, mucha información
y tradiciones orales por más de 40 años, lo que le sirivió para
escribir un libro titulado; EL “Paititi-El Padre Otorongo”. Para
Thierry Jamin. Explorador francés, es el autor del único libro
dedicado por entero a los petroglifos de Pusharo titulado, “Pusharo,
la memoria recobrada de los incas”. Para él, la roca con
petroglifos sería una especie de mapa memoria que dejaron los incas
para la localización de la ciudad sagrada de Paititi.
Therry Jamin en Pusharo.
Acerca
que las afirmaciones del explorador Jamin, quien basa sus
suposiciones en otras poco sustentables, dichas con demasiada
interpretación personal o fantasía. Es cierto que existen
semejanzas de algunos grabados con los tocapus incas y otros símbolos
pero, sin ser nada concluyentes. Los petroglifos de Pusharo necesita de una investigación seria para hallar su significado y para qué fueron hechos. A
pesar de que el sitio de Pusharo es conocido oficialmente desde
1921, recién fue reconocido en el año 2003 como patrimonio
arqueológico por el Instituto Nacional de Cultura del Perú.
Una
cosa es segura; los petroglífos de Pusharo no fueron grabados
en el mural de roca por casualidad. Una cultura aun desconocida los
dejó allí con por algún motivo que debemos descubrir. Como dato
puedo agregar que algunas figuras coíndicen con tallados hechos en
la FORTALEZA DE KUELAP (Región Amazonas)
El
expedicionario inglés, coronel Percival Harrison Fawcett, miembro de la Real
Sociedad Geográfica, se aventuró en la peligrosa selva sudamericana desde 1906
hasta 1925, en busca de una antigua ciudad que él llamaba Z, y cuya existencia,
los aventureros europeos llevaban siglos intentando demostrar.
El coronel
Fawcett, convertido en un experto topógrafo, miembro de la Real Sociedad
geográfica, casado y con un hijo, recibe en 1906, la propuesta de trabajar en la
delimitación de las fronteras de Bolivia pues, los límites entre dicho
país y Brasil estaban en disputa, y se recurrió a la Real Sociedad
geográfica como entidad imparcial para que trazara las fronteras. Los primeros
viajes de Fawcett se centraron en este objetivo geográfico.
Ciudades
perdidas en el Amazonas
Las
exploraciones del coronel Percy Fawcett, en la selva sudamericana entre los
años de 1906 a 1025, fueron documentadas por el menor de sus hijos, Brian
Fawcett, que reunió los cuadernos de notas, ensayos y cartas de su padre, en un
libro titulado “Exploration Fawcett”, dónde se narran las peripecias y
anécdotas del militar en la selva inexplorada.
Fawcett no
aclara en qué momento empezó a interesarse por las leyendas sobre ciudades
perdidas en las selvas brasileñas. Se mostraba siempre ocupado con las
exigencias del trabajo topográfico que le fueron encomendadas, y sólo cuando
prácticamente hubo terminado su labor, sintió que había llegado el momento de
entregarse a la pasión que siempre había sentido por la arqueológica.
Se afirma que el
coronel Fawcett, así como muchos ingleses cultos de la época, se interesó por
la teosofía, movimiento esotérico fundado en Nueva York 1875, e impulsado
por la ocultista rusa Helena Blavatsky, que ofrecía una versión
sorprendente del pasado remoto de la Humanidad, que incluía la existencia de
civilizaciones primigenias desaparecidas, como la Atlántida.
Fawcett y el
Manuscrito 512
La otra prueba
que lo convenció de la existencia de ciudades perdidas en el amazonas fue un
documento que actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de Río de
Janeiro: el Manuscrito 512. El texto, cuyo título real es “Relación histórica
de una oculta y gran población antiquísima, sin moradores, que se descubrió en
el año de 1753”, es un informe dirigido al virrey por parte del jefe de una
expedición de “bandeirantes” portugueses.
El texto
comienza explicando que la partida llevaba 10 años recorriendo la región de
“sertão”, los grandes territorios inexplorados del interior, y que después de
un larguísimo viaje descubrirían una cordillera de montes tan alta que parecía
que llegaban a el cielo, envuelta en brumas o niebla y cerca de allí, el equipo
divisó una gran población que por su tamaño, pensaron que sería alguna ciudad
de la corte de Brasil.
Alentado por la
noticia del hallazgo de la ciudad perdida de los incas 1911, solo dos años
antes por el explorador norteamericano, Hiram Bingham, el coronel explorador
creía a pies juntillas en la veracidad de lo narrado en el Manuscrito 512.
Durante sus expediciones había recopilado relatos de nativos, caucheros y
hacendados acerca de ruinas misteriosas y ciudades abandonadas.
El fracaso de la
expedición de 1921 causó al coronel Fawcett cierta desazón y que escribiría en
su diaro: "Después de la expedición al Gongogi, dudé por un tiempo de la
existencia de ciudades antiguas, pero tiempo después contemplé unos restos, que
demostraban la veracidad de, como mínimo, una parte de los informes. Aún existe
la posibilidad que la ciudad “Z”, resulten ser los restos de la antigua ciudad
descubierta por la bandeira de 1753".
Ultimo viaje
En 1925, tras
conseguir el financiamiento suficiente,
el coronel Percival Fawcett pudo emprender su expedición definitiva. Consciente de lo peligroso
de la empresa que estaba a punto de iniciar, advirtió a todos: “no manden a
nadie en mi búsqueda, ya que si no logro regresar, nadie lo conseguirá y todos
morirán en el intento”.
La expedición
Fawcett partió desde la ciudad de Corumbá un 20 de abril de 1925, estaba integrada por el coronel Fawcett, su
Jack, el dr. Reilig, dos arrieros, 2 caballos, ocho mulas y dos perros bravos. Luego varios días de marcha por la selva, donde
fueron prácticamente devorados por los insectos llegaron muy naltrechos a la
estancia de su amigo, Hermenegildo Galvao. Luego de un corto descanso, el coronel
Fawcett y su grupo continuó la marcha hasta
el puesto de Bakairi, para continuar luego hasta el campamento Caballo
muerto.
El 20 de mayo,
en una carta firmada en Puesto Bacairí (Mato Grosso), el coronel Fawcett relata
el encuentro con un tal "jefe indio Roberto" quien le confirma la existencia de las ciudades.
La última carta
está fechada el 29 de mayo de 1925. En ella Fawcett se muestra preocupado pordr. Reileigh, quien tiene una pierna vendada,
pero se niega a regresar.
Despide a los
arrieros con quienes envía las cartas y se interna en la selva junto con su
hijo Jack, y Reileigh.
Desde entonces
hasta nuestros días, la expedición emprendida por Fawcett y lo que les ocurrió,
es todo un misterio. Su recomendación de no enviar a nadie en su búsqueda cayó
en saco roto. Cerca de cien
personas perdieron la vida de entre todas las expediciones que han seguido los
pasos de Fawcett. “No manden a nadie en mi búsqueda, ya que si no logro
regresar, nadie lo conseguirá y todos morirán en el intento”, más que simples
palabras, fueron severas premoniciones.
En el año 2012
los investigadores chilenos, Rubén Stehberg y Gonzalo Sotomayor, afirmaron que mucho
antes de la llegada de Pedro de Valdivia en 1540, al valle del Mapocho y antes
de la fundación de Santiago del extremo, existía un importante centro
administrativo del Imperio del Tawantinsuyo.
Según el arqueólogo
Stehberg, esto se pudo comprobar con las excavaciones que se hicieron en la
plaza principal de la capital chilena, así como en el subsuelo del edificio que
ocupa actualmente el Museo Histórico, donde se encontraron solo algunos vestigios de lo que parecen muros y cerámica incaica.
Según las
crónicas españolas, la presencia inca en los territorios del sur del
Imperio, llamado Collasuyo, fue relativamente breve, aproximadamente unos
sesenta años, ubicando sus principales asentamientos a lo largo de los vales que forman los ríos Aconcagua,
Mapocho y Maipo.
PEDRO DE VALDIVIA
LLEGA AL MAPOCHO
Según el relato
del cronista español, Padre Diego de Rosales, a su llegada al valle del Mapocho, Pedro Valdivia
se habría encontrado “con una ciudad en pleno funcionamiento, con plaza,
edificios públicos, viviendas, depósitos y acequias”.
Sin embargo, el
relato que hizo el historiador Jerónimo de Vivar, quien acompañó al
conquistador Valdivia, acerca de la fundación de Santiago del extremo dice todo
lo contrario. Vivar afirma que la ciudad se fundó en un lugar desolado.
Fundación de Santiago (1541)
El arqueólogo
Rúben Stehberg, se basa en la recién descubierta crónica del Padre Rosales, para
afirmar que la ciudad de Santiago, se fundó sobre un importante asentamiento
administrativo inca. El arqueólogo también afirma que el “Santiago Incaico”,
contaba con una red caminos que le permitió fortalecer su dominio en el valle.
Lo cierto es que
la evidencia presentada por Rúben Stehberg, es muy escasa e insuficiente para demostrar que la
ciudad de Santiago, se levantó sobre los cimientos de un centro administrativo
de relevancia.
La arquitectura
inca fue sobresaliente y se caracterizó por ser monumental. Construyeron palacios
y templos, grandiosas fortalezas, urbes, andenerías, puentes, caminos,
en lugares que consideraron de suma importancia.
Los incas
siempre utilizaron en sus obras fundamentalmente la piedra en la sierra y el
adobe en la costa. Empleaban grandes bloques de piedra que le daba solidez y simetría en sus imponentes construcciones. Sin embargo, aunque la investigación en Santiago continua, no se han encontrado ni por debajo, ni
por encima, de la capital chilena, edificaciones incas importantes, lo que confirmaría la breve permanencia y la poca edificación y obra monumental que tuvieron en los
territorios Chiri (frío en quechua) australes del Tawantinsuyo.
Andeneria inca para agricultura (Perú).
Muro inca de piedra (Perú)
EL TAWANTINSUYO
SUREÑO
Según los
relatos de Garcilaso de la Vega, en su libro Comentarios reales de los Incas (para
mí en lo particular una novela literaria y no histórica al 100%) el ejército del
Inca de Túpac Yupanqui, se enfrentó a las tribus mapuches en feroz batalla,
siendo el resultado desconocido pero, se sabe por los cronistas españoles Pedro
Cieza de León y Cristóbal de Molina, que Túpac Yupanqui llegó más allá del rio
Maule, demostrando que el resultado de la batalla contra a los mapuches le fue favorable.
El triunfo del joven
Auqui le permitió avanzar más al sur, hasta la zona del Arauco, donde al parecer, las
huestes incaicas fueron vencidas por las indomables y aguerridas tribus Picunches, Araucanos, así como, por el
frío clima de esas latitudes.
Ejemplo: Tambo Inca en la costa de Perú.
Tupac Yupanqui derrotado,
lavó sus pies en el rio Biobío, donde al ver lo pobre y frío del lugar,
decidió marchar de regreso al norte, al fértil valle mapuche donde supuestamente
fundaría un centro administrativo inca tributario, llamado Tambogrande, el cual
sería habitado por indios locales y mitimaes traídos del Contisuyo, todos a cargo
de un noble Apunchic llamado Quilicanta.
El Auqui inca
Túpac Yupanqui fijó el límite austral del vasto imperio del Tawantinsuyo, en el río Maule (Chile).