El
expedicionario inglés, coronel Percival Harrison Fawcett, miembro de la Real
Sociedad Geográfica, se aventuró en la peligrosa selva sudamericana desde 1906
hasta 1925, en busca de una antigua ciudad que él llamaba Z, y cuya existencia,
los aventureros europeos llevaban siglos intentando demostrar.
El coronel
Fawcett, convertido en un experto topógrafo, miembro de la Real Sociedad
geográfica, casado y con un hijo, recibe en 1906, la propuesta de trabajar en la
delimitación de las fronteras de Bolivia pues, los límites entre dicho
país y Brasil estaban en disputa, y se recurrió a la Real Sociedad
geográfica como entidad imparcial para que trazara las fronteras. Los primeros
viajes de Fawcett se centraron en este objetivo geográfico.
Las
exploraciones del coronel Percy Fawcett, en la selva sudamericana entre los
años de 1906 a 1025, fueron documentadas por el menor de sus hijos, Brian
Fawcett, que reunió los cuadernos de notas, ensayos y cartas de su padre, en un
libro titulado “Exploration Fawcett”, dónde se narran las peripecias y
anécdotas del militar en la selva inexplorada.
Fawcett no
aclara en qué momento empezó a interesarse por las leyendas sobre ciudades
perdidas en las selvas brasileñas. Se mostraba siempre ocupado con las
exigencias del trabajo topográfico que le fueron encomendadas, y sólo cuando
prácticamente hubo terminado su labor, sintió que había llegado el momento de
entregarse a la pasión que siempre había sentido por la arqueológica.
Se afirma que el
coronel Fawcett, así como muchos ingleses cultos de la época, se interesó por
la teosofía, movimiento esotérico fundado en Nueva York 1875, e impulsado
por la ocultista rusa Helena Blavatsky, que ofrecía una versión
sorprendente del pasado remoto de la Humanidad, que incluía la existencia de
civilizaciones primigenias desaparecidas, como la Atlántida.
Fawcett y el
Manuscrito 512
La otra prueba
que lo convenció de la existencia de ciudades perdidas en el amazonas fue un
documento que actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de Río de
Janeiro: el Manuscrito 512. El texto, cuyo título real es “Relación histórica
de una oculta y gran población antiquísima, sin moradores, que se descubrió en
el año de 1753”, es un informe dirigido al virrey por parte del jefe de una
expedición de “bandeirantes” portugueses.
El texto
comienza explicando que la partida llevaba 10 años recorriendo la región de
“sertão”, los grandes territorios inexplorados del interior, y que después de
un larguísimo viaje descubrirían una cordillera de montes tan alta que parecía
que llegaban a el cielo, envuelta en brumas o niebla y cerca de allí, el equipo
divisó una gran población que por su tamaño, pensaron que sería alguna ciudad
de la corte de Brasil.
Alentado por la
noticia del hallazgo de la ciudad perdida de los incas 1911, solo dos años
antes por el explorador norteamericano, Hiram Bingham, el coronel explorador
creía a pies juntillas en la veracidad de lo narrado en el Manuscrito 512.
Durante sus expediciones había recopilado relatos de nativos, caucheros y
hacendados acerca de ruinas misteriosas y ciudades abandonadas.
El fracaso de la
expedición de 1921 causó al coronel Fawcett cierta desazón y que escribiría en
su diaro: "Después de la expedición al Gongogi, dudé por un tiempo de la
existencia de ciudades antiguas, pero tiempo después contemplé unos restos, que
demostraban la veracidad de, como mínimo, una parte de los informes. Aún existe
la posibilidad que la ciudad “Z”, resulten ser los restos de la antigua ciudad
descubierta por la bandeira de 1753".
Ultimo viaje
En 1925, tras
conseguir el financiamiento suficiente,
el coronel Percival Fawcett pudo emprender su expedición definitiva. Consciente de lo peligroso
de la empresa que estaba a punto de iniciar, advirtió a todos: “no manden a
nadie en mi búsqueda, ya que si no logro regresar, nadie lo conseguirá y todos
morirán en el intento”.
La expedición
Fawcett partió desde la ciudad de Corumbá un 20 de abril de 1925, estaba integrada por el coronel Fawcett, su
Jack, el dr. Reilig, dos arrieros, 2 caballos, ocho mulas y dos perros bravos. Luego varios días de marcha por la selva, donde
fueron prácticamente devorados por los insectos llegaron muy naltrechos a la
estancia de su amigo, Hermenegildo Galvao. Luego de un corto descanso, el coronel
Fawcett y su grupo continuó la marcha hasta
el puesto de Bakairi, para continuar luego hasta el campamento Caballo
muerto.
El 20 de mayo,
en una carta firmada en Puesto Bacairí (Mato Grosso), el coronel Fawcett relata
el encuentro con un tal "jefe indio Roberto" quien le confirma la existencia de las ciudades.
La última carta
está fechada el 29 de mayo de 1925. En ella Fawcett se muestra preocupado por dr. Reileigh, quien tiene una pierna vendada,
pero se niega a regresar.
Despide a los
arrieros con quienes envía las cartas y se interna en la selva junto con su
hijo Jack, y Reileigh.
Desde entonces
hasta nuestros días, la expedición emprendida por Fawcett y lo que les ocurrió,
es todo un misterio. Su recomendación de no enviar a nadie en su búsqueda cayó
en saco roto. Cerca de cien
personas perdieron la vida de entre todas las expediciones que han seguido los
pasos de Fawcett. “No manden a nadie en mi búsqueda, ya que si no logro
regresar, nadie lo conseguirá y todos morirán en el intento”, más que simples
palabras, fueron severas premoniciones.
1 comentario:
No digo que fuera el descubridor. "Alentado por la noticia del hallazgo de la ciudad perdida de los incas 1911, solo dos años antes por el explorador norteamericano, Hiram Bingham". Bingham no descubrió nada, solo halló la ciudad de Machu Picchu, gracias a las referencias que le dieron los habitantes de la zona. El mértio para Binghan es la difusión que alcanzó en los círculos científicos y arqueológicos.
Publicar un comentario